ÉTICA PROFESIONAL. CURSO UG 2015
miércoles, 26 de agosto de 2015
martes, 25 de agosto de 2015
Johanna
Padilla
Curso:
Segundo Semestre
Profesora:
MSC. Elisa
Muñoz
2015
ÉTICA DE LAS PROFESIONES
LOS OBSTÁCULOS
ESTRUCTURALES A LA RESPONSABILIDAD PROFESIONAL
1.
.- ÉTICA Y PROFESIONES
Siguiendo las reflexiones de
Augusto Hortal en su libro “Ética
General de las profesiones”, podemos
afirmar que hablar hoy de profesiones y de ética profesional es problemático. No termina de ser persona ética aquella que en todo es
intachable menos a la hora de desempeñar sus responsabilidades profesionales.
La mayoría de profesionales suelen ser trabajadores por cuenta ajena que
desempeñan sus tareas en empresas, instituciones y organismos en los que se les
asigna lo que tienen que hacer.
En la medida que exista un cierto
margen para la responsabilidad del
profesional es necesario reflexionar sobre ella. Los complejos problemas que tiene planteados nuestra sociedad
difícilmente podrán encontrar solución sin la aportación profesionalizada de médicos, ingenieros, arquitectos,
sicólogos, profesores, enfermeras…
Hoy la profesionalidad suele justificarse más por lo que tiene de especialización
cognoscitiva (competencias) que por lo que tiene de compromiso ético. Pero la
competencia profesional no basta. La ética a la vez que supone unas garantías en la prestación de los servicios
profesionales contribuye a la
consolidación de una profesión.
Una ética de las profesiones que pretenda estar a la altura de la conciencia moral alcanzada por nuestra época ha de ser
un discurso coherente y capaz de orientar
la acción interesadas en ser
buenos profesionales, técnicamente capaces y moralmente íntegros en el
desempeño de su labor profesional.
Ser un profesional competente y responsable no consiste
exclusivamente en ser un
individuo racional y libre, que posee habilidades, sino que posee
también modos de hacer, sentido de pertenencia
a un colectivo profesional, y compromiso social en el desempeño de su
profesión.
La ética de cualquier profesión ha de partir del reconocimiento y apego
a los valores de convivencia que componen la ética cívica compartida: valores
como la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto, diálogo…
En la ponencia de Emilio Martinez
Navarro ”Ética de la profesión: proyecto personal y compromiso de ciudadanía”, la pregunta ética
radical la platea en los siguientes términos: ¿Qué estoy haciendo con mi
vida? Y la respuesta tiene que ver con
cuestiones que afectan a la propia
vida como es la dedicación profesional.
Pero esa parte de la vida está conectada
con la vida social, puesto que la profesión es una institución social que pretender ofrecer un servicio a la
comunidad. En este sentido, pensar las profesiones a estas alturas nos conduce
a plantear la relación entre profesión y ciudadanía.
Hortal distingue entre ética
profesional y deontología profesional. La ética profesional se plantea la profesión en términos de conciencia y de bienes: qué es ser un buen
profesional, en qué consiste hacer bien el ejercicio profesional. La
deontología son los deberes y
normas definidos por el colectivo o
colegio profesional.
II.- DEFINICIÓN DE PROFESIÓN
Es difícil fijar los
perfiles y límites entre lo que es y no
es una profesión mediante la enumeración
de varias características necesarias.
Si se atendiese sólo a las voces de los profesionales, a lo que
ellos dicen de sí mismos, la esencia de su profesión consiste en el servicio
desinteresado a la humanidad. Un profesional
es una persona consagrada a su profesión y a quienes necesitan sus servicios.
Hortal apunta las siguientes
características: Profesiones son aquellas actividades ocupacionales:
a)
en las que de forma institucionalizada se presta un servicio específico
a la sociedad,
b)
por parte de un conjunto de
personas (los profesionales) que se dedican a ellas de manera estable,
obteniendo de ellas su medio de vida,
c)
formando con los otros profesionales (colegas) un colectivo que obtiene
o trata de obtener el control
monopolístico sobre el ejercicio de la
profesión,
d) y
acceden a ella tras un largo proceso de
capacitación teórica y práctica, de la cual depende la acreditación o licencia
para ejercer dicha profesión.
III.- OBSTÁCULOS ESTRUCTURALES
DE LA RESPONSABILIDAD PROFESIONAL
En la sociedad actual el trabajo además de una permanente fuente de
frustraciones y amenazas, de alienación y explotación, es elemento
estructurante de la identidad personal
(somos lo que hacemos), de la ciudadanía responsable y de la identidad del
laico cristiano.
Las pretensiones de tener una responsabilidad autónoma por
parte de los profesionales no se corresponde con la situación cada vez más mediatizada en que se
lleva a cabo el trabajo profesional en las condiciones y contextos actuales.
Cada profesión tiene sus propios contextos y cada ética
profesional habrá de tomarlos en consideración. En términos generales todas o casi todas las profesiones se ven
expuestas a tres mediatizaciones fundamentales:
- la mediatización técnica
- la mediatización económica.
La creciente
complejidad y tecnificación del trabajo hace de los profesionales más bien
servidores de una maquinaria que sujetos
que actúan autónomamente. Hoy los profesionales trabajan en empresas,
organismos, instituciones que les asignan
su cometido en el reparto funcional de tareas y competencias; no tienen otra
cosa que hacer que lo que les toca hacer; haciéndolo cumplen con su deber.
Además de ser asalariados hay otros
condicionantes económicos que se
plantean a su trabajo profesional. Si trabajan en un servicio público tienen
que atenerse a las limitaciones
presupuestarias y a los recursos asignados; si trabajan en empresas, su trabajo
está sometido al imperativo de la
viabilidad y rentabilidad económica.
¿Queda margen para la responsabilidad
profesional?
A.- LA MEDIATIZACIÓN TECNOLÓGICA DE LAS
PROFESIONES
La técnica configura casi todos los
aspectos de la vida actual. Ningún
ejercicio profesional está a la altura de las posibilidades y exigencias que
hoy se plantean sin el uso de los medios técnicos.
La técnica potencia las actividades
profesionales. En principio las innovaciones tecnológicas se introducen para
proporcionar mayor eficacia y precisión en la obtención de resultados,
ahorrando esfuerzos.
La
tecnificación, al ampliar las capacidades profesionales, trae consigo una
primera y básica consecuencia ética para los profesionales: ser competentes
técnicamente es una condición necesaria,
aunque no suficiente, para ser moralmente responsables en el ejercicio
profesional.
Un buen profesional tiene que estar
al día en la forma de plantear los
problemas de su profesión y en las soluciones que aporta, lo que hace necesario capacitarse continuamente en
la utilización de las técnicas que se van renovando. El profesional tiene que
ser un buen técnico para ser un buen profesional.
Pero
lo que empieza siendo una innovación al servicio de la mejor obtención de los mismos fines, acaba pervirtiendo este
orden, y terminan siendo los medios los que determinan los fines.
La difusión de la mentalidad
técnica tiende a inhibir las capacidades de respuesta y responsabilización
éticas de los sujetos éticos. En el ámbito tecnificado la responsabilidad se
diluye, se llega a echar la culpa a la máquina o al “sistema” del mal
funcionamiento de las instituciones y personas.
El ejercicio profesional al tecnificarse , hace que se diluyan los aspectos éticos de la profesión. El profesional pasa a ser un técnico instrumentalizado por el proceso. La única
virtud que se le exige es la habilidad, poseer las capacidades técnicas
necesarias para obtener los resultados
que otros desean. La tecnificación hace aumentar la alienación y hace
crecer las dificultades para que el hombre encuentre una identidad coherente y
con sentido. La mayoría de los que intervienen en procesos tecnificados
complejos no se siente responsable de lo
que en ellos se hace.
La tecnificación convierte al profesional en una pieza de un proceso en el que cada
cual desempeña su función de forma más o menos mecánica. En la vida profesional
tecnificada los roles y funciones están previamente definidos; esto hace que el
profesional sea una pieza sustituible. Plantear cuestiones éticas resulta
disfuncional para el sistema, por eso el que
plantea los temas éticos tiende a ser sustituido por otro que se limite
a cumplir con “su” cometido.
Esto hace que impere el conformismo. La mayoría vive con cierto
fatalismo el acontecer social. Esto no se debe sólo a la técnica, pero la tecnificación contribuye a ello. El ejercicio
profesional, una vez superados los
primeros idealismos, se vive con cierto sentido fatalista de sometimiento al
“sistema”
La técnica entra en la escena de las profesiones para potenciarlas y
facilitar su ejercicio, pero con frecuencia termina suponiendo una amenaza para
la ética profesional. A veces se piensa
y se reacciona pensando que la solución está en huir de la técnica, o en
reducir la tecnificación al mínimo. Se corre el peligro de caer en una ética
estoica y en un maniqueísmo social: todo lo interpersonal es bueno, todo lo
tecnificado es malo.
Frente a esta tendencia hay que
intentar conciliar ética y técnica: y
para ello hay que empezar por precaverse frene a la tentación tecnocrática, lo
que nos lleva a creer que para todo problema humano hay una
solución técnica.
El enfoque tecnocrático no consiste sólo en decir abiertamente que sean
los técnicos los protagonistas de los
procesos sociales, sino también en reducir los problemas éticos a problemas
técnicos. No hay que esperar que los problemas que crea la tecnología se
resuelvan con sólo medios tecnológicos.
No hay que esperar soluciones exclusivamente técnicas de los problemas
éticos.
En resumen, la tecnificación tiende a instrumentalizar al individuo,
porque:
1)
invierte la jerarquía entre medios y fines: sólo se plantean aquellos
temas para los que hay técnicas disponibles.
2)
Si algo es posible termina por hacerse necesario
3)
Induce a la tecnificación de las relaciones sociales: marketing,
relaciones públicas, técnicas de persuasión..
4)
Diluye la responsabilidad: “problemas técnicos”
5)
Aumenta la pasividad y el conformismo: consumimos no sólo objetos, sino
también puestos de trabajo, modos de proceder, modas, opiniones, diversiones.
6)
Aumenta la distancia jerárquica entre expertos y legos.
7)
Relega al silencio los temas éticos.
B.- LÍMITES Y CONDICIONAMIENTOS ECONÓMICOS DEL TRABAJO
PROFESIONAL
Hoy los profesionales ejercen su profesión como asalariados, contratados
por alguna empresa o como funcionarios de algún organismo público.
La mediatización económica del
trabajo profesional tiene una doble
vertiente: la primera afecta al mismo
profesional que tiene en el trabajo su medio de vida, la segunda vertiente
afecta a la misma actividad profesional.
El profesional al ser un
trabajador por cuenta ajena, no es dueño de marcar sus finalidades; las
tareas le vienen asignadas; por ellas le
pagan; y ése es su medio de vida. Por tanto está mediatizado por las
necesidades vitales propias y de su familia, y esto supone una fuerte
mediatización.
Por otra parte el profesional tiene que aprender a trabajar con recursos
limitados y dentro de unos márgenes que garanticen la viabilidad económica. La
viabilidad económica se convierte en obsesión dominante en forma de la maximización de la rentabilidad o del
beneficio.
Es normal que el profesional que trabaja por cuenta ajena necesita de la
empresa en la que tiene su trabajo y ayuda
a que la empresa sea viable y
rentable económicamente. Pero aún siendo esto así, el profesional debe actuar de modo que no se
descuiden facetas menos rentables, pero exigibles en términos de
responsabilidad social.
De los profesionales se espera, según Parsons, que en el ejercicio de su profesión no sean
guiados por el ánimo de lucro, sino por cierto altruismo, por una orientación
al servicio de la colectividad.
La realidad no parece ir por esos
caminos. Hay una mercantilización de la
sociedad y una mercantilización de las profesiones. Pero lo que es, no
es nunca el último criterio de lo que
debe ser.
En la evolución más reciente del
sistema económico hay elementos y planteamientos que constituyen un obstáculo
para la responsabilidad profesional e incluso para la mima consolidación
de la identidad profesional: “el capitalismo flexible”
Richard Sennent llama “capitalismo flexible” a la etapa más reciente del
capitalismo en la que productividad viene asociada a una incesante movilidad
laboral exigida por la introducción de las nuevas tecnologías y adaptación a las condiciones de competitividad
internacional. Ello conlleva la
inestabilidad y precariedad en el empleo y contribuye a lo que Richard Sennent ha llamado “corrosión del
carácter”. La falta de estabilidad laboral representa una amenaza para el
profesionalismo, pues obliga a trabajar en lo que sea y como sea
M. Castells
afirma que en la sociedad de la información o sociedad red la división de las clases sociales pasa por la
diferencia fundamental entre trabajadores insustituibles y trabajadores
inespecíficos. Todo profesional que quiera y pueda hacer valer su
profesionalidad irá haciendo valer su compromiso personal con los valores
intrínsecos de su profesión.
Algunos sociólogos llevan años viendo indicios
de que el sueldo y los niveles de consumo y status no lo son todo. Empiezan a
hablar de la prevalencia de
“valores postmaterialistas”: clima
organizativo, mayor estabilidad en el empleo, participación e identificación con la empresa a cambio de
una estabilidad que es positiva tanto para la empresa (fidelización) como para
el profesional, la corresponsabilización, la participación en riesgos y
beneficios, la capacidad de innovación.
2.
LA ÉTICA PROFESIONAL COMO COMPETENCIA
UNIVERSITARIA BÁSICA
Teniendo
en cuenta el fenómeno de la masificación de la educación superior y los grandes
debates en torno a la calidad, la
universidad actual se enfrenta a una gran contradicción: pensar en la
calidad para pequeños grupos de personas con el privilegio de acceder a
estudios superiores, o pensar en las
grandes mayorías. Por otra parte, existe una tendencia a la reducción del
financiamiento en muchos de los países, en franca contradicción con los
incrementos del acceso, lo que provoca que al buscar fuentes alternativas de
financiamiento se vaya transformando la
universidad en una empresa basada en vínculos básicamente económicos con el
sector productivo
A su vez la propia sociedad, cada vez más,
exige a la universidad certificar los niveles de calidad en el desarrollo de
sus procesos sustantivos. Se consolida el criterio de la universidad como institución social que
debe alcanzar la formación de profesionales con cualidades de alto
significado humano y a la vez creativos, independientes, preparados para asumir
su autoeducación durante toda la vida.
La idea de la misión de la universidad actual
es muy compleja, sin embargo, está
dentro del núcleo esencial de su misión, preservar, desarrollar y promover, a
través de sus procesos sustantivos y en estrecho vínculo con la sociedad, la
cultura de la humanidad, teniendo en cuenta el concepto amplio de cultura,
pues es esta institución social la que tiene de manera más
integral las condiciones para hacerlo.
En este
sentido es necesario tener en cuenta
los cambios significativos en el
quehacer académico, que introducen la computación y las tecnologías de la
información y las comunicaciones (TIC),
tanto en el papel desempeñado por estudiantes y profesores como el
de toda la comunidad universitaria.
Estas nuevas exigencias de alta complejidad
intelectual, social y organizativa,
necesarias para un entorno laboral que requiere adaptaciones y cambios
constantes entran en contradicción con
las formaciones altamente especializadas, estrechas y de ciclo largo, por lo que aumenta la importancia de dotar al individuo de la posibilidad de
aprender de forma autónoma.
Los itinerarios ocupacionales y educativos cada vez más cambiantes y variados, lo provocan el cuestionamiento de criterios
curriculares basados en perfiles o desempeños ocupacionales específicos.
Plantean, además, la necesidad de nuevos criterios que conduzcan a revalorar el
papel y la importancia curricular de la formación de competencias generales aún
en los programas de estudio más especializados.
Teniendo en cuenta los elementos planteados el
trabajo que se presenta tiene como objetivo: fundamentar la importancia de la
determinación de las competencias en los currículos universitarios para la
formación de los profesionales que requiere el mundo de hoy.
El tema de las competencias es reciente y
todavía no totalmente extendido en el
plano pedagógico. Las competencias aparecen primeramente relacionadas con los
procesos productivos en las empresas, particularmente en el campo tecnológico,
y nacen las denominadas competencias laborales, concepto que presenta varias
definiciones, entre las que sobresale aquella que las describe como la
"capacidad efectiva para llevar a cabo exitosamente una actividad laboral
plenamente identificada". (Iberfop-oei, 1998).
Desde la perspectiva de las competencias
laborales se reconoce que las cualidades de las personas para desempeñarse
productivamente en una situación de trabajo, no sólo dependen de las
situaciones de aprendizaje escolar formal, sino también del aprendizaje
derivado de la experiencia en situaciones concretas de trabajo. Las normas de competencia
se conciben como una expectativa de desempeño en el lugar de trabajo, referente
con el cual es posible comparar un comportamiento esperado. Son patrones que
permiten comprobar si un trabajador es competente o no.
La
competencia profesional puede verse como:
El
resultado de un proceso de educación de la personalidad para el desempeño
profesional eficiente y responsable que no culmina con el egreso del estudiante
de un centro de formación profesional sino que lo acompaña durante el proceso de
su desarrollo profesional en el ejercicio de la profesión. (González M.
Viviana 2002)
Dentro de esta concepción pedagógica es de
vital importancia comprender que los motivos, intereses necesidades y actitudes
del individuo constituyen componentes importantes como motores impulsores de la
construcción y desarrollo de las competencias.
En la estructura de la competencia profesional
participan, por tanto, formaciones psicológicas cognitivas (hábitos y
habilidades), motivacionales (interés profesional, valores, ideales y la
autovaloración), afectivas (emociones y sentimientos) que en su funcionamiento
se integran en la regulación de la actuación profesional del sujeto. Esto
explica que la competencia profesional se manifieste en la calidad de la actuación
profesional de forma integral para la
búsqueda de soluciones a los problemas profesionales, vinculada estrechamente
al desempeño profesional.
El profesional competente y el desempeño
profesional.
Un profesional es competente no sólo porque
manifieste conductas en el plano cognitivo (conocimientos y habilidades) que le
permiten resolver adecuadamente los problemas profesionales sino también porque
siente y reflexiona acerca de la necesidad y el compromiso de actuar en
correspondencia con sus conocimientos, habilidades motivos y valores,
manifiesta una motivación profesional sustentada en intereses y valores
profesionales y dispone de recursos personológicos que le permiten funcionar
con flexibilidad, reflexión personalizada, iniciativa, perseverancia, autonomía,
perspectiva futura en su actuación profesional de manera tal que posibilitan un
desempeño profesional eficiente y responsable.
Para que un profesional se considere
competente, desde nuestra concepción, no basta con lograr un desempeño
eficiente sino que es necesario además que actúe con compromiso y responda por
las consecuencias de las decisiones tomadas
Se entiende por desempeño:
La
expresión concreta de los recursos que pone en juego el individuo cuando lleva
a cabo una actividad, y que pone el énfasis en el uso o manejo que el sujeto
debe hacer de lo que sabe, no del conocimiento aislado. (Malpica
M del C Carmen 1996)
Desde esta perspectiva, lo importante no es la
posesión de determinados conocimientos, sino el uso que se haga de ellos, que
se tenga motivación para hacerlo y compromiso para alcanzar un resultado.
El desarrollo de las competencias requiere ser
comprobado en la práctica mediante el cumplimiento de criterios de desempeño
claramente establecidos que son los resultados esperados (evidencias), ambos
elementos (criterios y evidencias) son la base para evaluar y determinar si se
alcanzó la competencia. Por lo mismo, los criterios de evaluación están
estrechamente relacionados con las características de las competencias establecidas.
Ser competente implica el dominio de la totalidad de elementos y no sólo de
alguna(s) de las partes.
Un rasgo esencial de las competencias es la
relación entre teoría y práctica. La práctica
es más significativa si los
conocimientos teóricos se aplican en función de las condiciones concretas del
trabajo y si se pueden identificar como situaciones originales. Este criterio
obliga a las instituciones educativas a analizar el proceso de formación desde
`perspectivas más dinámicas, e incluso entender como parte del currículo el
proceso de seguimiento de impacto de estos graduados en su entorno de actuación.
BIBLIOGAFÍA CONSULTADA:
- Hortal, A.
(2002),”Ética general de las profesiones” capítulo 1 (p.23.32), capítulo 3
(p.55-86). Desclée dB. Bilbao
- Hortal, A.
(2007), “La profesión, lugar cotidiano del compromiso cristiano” Ponencia
dictada en la VII Asamblea de Profesionales
Cristianos. Loeches (Madrid), junio de
2007.
- Martinez
Navarro, E. (2006), “Ética de la
profesión: proyecto personal y compromiso
de ciudadanía” en Revista VERITAS
(Valparaíso, Chile) nº 14 p.121-139.
- See more at:
http://www.odiseo.com.mx/articulos/formacion-competencias-profesionales-las-universidades-reto-proyectos-curriculares-univers#sthash.GbDhKDjc.dpuf
lunes, 17 de agosto de 2015
Tema:
Factores que causan la desnaturalización del estado
Ética y Política
El hombre es un ser libre, con capacidad de autodeterminación, es decir,
capaz de obrar luego de una libre elección. Esta elección se lleva a cabo como
resultado de un conocimiento que define el carácter de una conducta, ya que
está vinculado con una conciencia moral que aprueba o desaprueba un determinado
acto.
Tanto la moral, como el derecho y los usos sociales, forman parte de un
todo mayor: la ética. Hablar de ética es hablar del bien y del mal. La ética no
es una abstracción, es el otro. Cada acto está obrando directa o indirectamente
sobre una vida: "Nunca se roba algo, se le roba a alguien".
La moral hace referencia a aquellas pautas interiorizadas por el individuo
quien se las autoimpone no como obligación sino como necesidad, por el simple
hecho de provenir o formar parte de "lo bueno".
El derecho es el conjunto de normas emanadas por un órgano competente.
Las mismas constituyen una prescripción, o sea la imposición de la voluntad
de la autoridad normativa sobre la voluntad del sujeto o destinatario.
Los usos sociales recogen comportamientos deseables y aprobados por una
comunidad, es decir costumbres sociales. Son normas consuetudinarias.
El hombre, por naturaleza tiene la capacidad de perfeccionarse y de
superarse día a día, por lo que tiende a alcanzar la plenitud. Para llegar a
tan preciada meta como lo es la plenitud, es necesario vivir en sociedad; el
ser humano necesita de los demás para construir un mundo o ambiente propicio en
el cual alcanzar la plenitud, causa esencial de la felicidad.
Es por ello que el hombre necesita de la sociedad política, pues nada es
pleno si no se comparte, confronta y comunica a los demás, ya que el bien es
expansivo, comunicativo: "De nada sirve la sabiduría si no se la comunica
mediante la educación".
El hombre se reúne en sociedad para el logro de un bien común a todos.
El bien común no es el bien individual, no es la suma de la porción de
felicidad de cada individuo integrante de una comunidad, pero tampoco es un
bien que nada deba a las partes. Es la integración sociológica de todo lo que
hay de virtud y riqueza en las vidas individuales, y que tiende a perfeccionar
la vida y la libertad de persona de cada ser. No es utilidad solamente, sino
fin bueno es sí mismo, sujeto a la justicia y a la bondad. Es el fin último de
la vida social.
La política es la ciencia social y práctica cuyo objeto es la búsqueda del
bien común de los integrantes de una comunidad.
El bien común no es sólo la tarea del poder político sino también razón de
ser de la autoridad política.
Por lo tanto, es el bien común el principio y fin ético de la política.
Será bueno todo aquello que beneficie, tienda, acreciente o promueva el bien
común. Será malo todo aquello que tienda a perjudicarlo, disuadirlo,
disminuirlo, etc.
Es deber de todo estado democrático promover el bien general.
El bienestar general se logra por medio de una auténtica justicia social
cuya finalidad es obtener una más justa distribución de la riqueza entre todos
los grupos sociales. Hace falta la presencia de un estado capaz de generar este
equilibrio. Un estado que no elimine la responsabilidad de las personas, de las
comunidades y de las organizaciones intermedias. Un estado que no convierta en
dependientes a los ciudadanos y en pupilas a las comunidades y organizaciones
intermedias. Un estado que no les quite sus obligaciones. Esa orientación de la
intervención estatal ha sido nefasta para la sociedad civil, la ha hecho débil.
Pero tampoco sirve un estado ausente, que deje la suerte de sus habitantes al
juego de la oferta y demanda. Ni un estado indiferente a los problemas
sociales. El estado debe intervenir para asegurar el mínimo de bienestar para
todos. Sin demagogias.
En resumen, la naturaleza de un estado o de la sociedad política, es la
búsqueda del bien común. El estado se desnaturaliza, es decir pierde su
esencia, cuando se corrompe. Corromper, entre otras acepciones posibles, es
alterar la forma de alguna cosa; así el estado corrupto ya no tiende al bien
común sino que se desvirtúa transformándose al provecho de unos pocos.
Según Aristóteles, definiendo las formas de gobierno, hay monarquía,
aristocracia o democracia cuando el rey, una minoría o una mayoría gobiernan
para el conjunto. Estas serían las formas naturales. En cambio hay tiranía,
oligarquía o demagogia cuando un tirano, una minoría o una mayoría gobiernan
para sí mismos. Estas serían las formas desnaturalizadas.
Los factores que conducen a la desnaturalización del estado, a su proceder
éticamente negativo, inmoral, ilegítimo e ilegal son principalmente:
Max Weber distinguió entre los políticos que viven para la política y los
que viven de la política. En el último caso, la ambición política deja de valer
por sí misma y se rebaja al nivel de un valor instrumental al servicio del
enriquecimiento.
A fines del siglo XIX, Leandro Alem sostenía: "... el interés material
será para un pueblo de mercaderes, no para el nuestro...", "...no
conviene materializar las sociedades, aflojando los resortes morales de su
espíritu...", "... Se nos quiere halagar con las promesas de
engrandecimiento material. Yo prefiero, porque lo considero más digno de una
sociedad como de un individuo, vivir con menos lujo y con menos pompa, siempre
que me dirija yo mismo. Prefiero una vida modesta, autónoma, a una vida
esplendorosa sometida a tutelaje...".
b-) La tentación del poder absoluto.
Todo poder tiende a corromper; el poder absoluto corrompe absolutamente.
Alguien que carece de una sensibilidad moral excepcional, y que no es sino una
persona ordinaria, común y corriente, puede sucumbir frente a la tentación
extraordinaria que surge de las inmensas posibilidades del poder, a menos que
se la limite y se la controle. Expresaría Elpidio González: "... El
radicalismo es una fuerza principista. Para la Unión Cívica Radical los gobiernos
son medios de servir al país y no fines...".
c-) La pérdida de un orden político.
Bajo cualquier sistema político existe un orden político natural al cual la
acción política debe sujetarse en aras de la estabilidad y el bienestar de la
nación.
El orden político es la única posibilidad de trabajar por el bien común. Su
contraparte, el desorden político, implica el desquicio general de las
funciones sociales, de modo que nadie trabaja en lo que le compete. Diría
Dante: "Siempre la confusión de la persona es principio del mal de la
ciudad".
Podemos, lógicamente, reducir los tres factores de desnaturalización del
estado, anteriormente mencionados, a un solo eje fundamental: la conducta.
Según el diccionario de la lengua española, conducta, entre otras acepciones,
es la manera con que los hombres gobiernan su vida y rigen sus acciones. Como
ya sabemos, el hombre es un ser libre, capaz de autodeterminarse y que actúa
según una elección. También dijimos que la ética esta compuesta por la moral,
el derecho y los convencionalismos sociales.
Por lo tanto una conducta será éticamente positiva siempre que el hombre
encamine su vida conforme a las costumbres sociales y normas jurídicas
vigentes, y cuyos principios morales, que por naturaleza indican qué es lo bueno,
no queden sólo en el campo de la abstracción o el conocimiento, sino que los
concrete mediante su observancia.
En resumen, será una conducta acorde a la ética aquella conducta virtuosa.
La virtud es la disposición constante del alma a conducirse de acuerdo al bien
y a evitar rigurosamente el mal. Las virtudes que hacen ética a una conducta, y
que son además indispensables en un estado democrático, son las siguientes:
·
Austeridad: consiste en
llevar una vida modesta y de probada honradez.
·
Veracidad: virtud que nos
conduce siempre a manifestar lo que creemos o pensamos.
·
Lealtad: nos obliga a ser
fieles y rigurosos en el cumplimiento de los compromisos y obligaciones, en la
correspondencia de afectos, etc.
·
Tolerancia: respeto y
consideración de las opiniones ajenas. No es aprobar el error, sino
simplemente, la capacidad de convivir con lo diferente.
·
Espíritu de Trabajo: Inclinación a
realizar con entusiasmo y eficacia los labores que se emprenden.
·
Perseverancia: firmeza en los
propósitos o en la prosecución de algo que se ha comenzado.
·
Caridad o Fraternidad: consiste en
considerar a nuestros semejantes como hermanos. Es el amor al otro que se
manifiesta mediante acciones de beneficencia y benevolencia.
·
Patriotismo: vínculo
espiritual que nos une a la patria incondicionalmente. Se manifiesta sirviendo
con amor y abnegación, alentando los ideales de la nación, reverenciando sus
glorias, amando su tradición y respetando sus símbolos.
·
Abnegación: es un
sentimiento que nos mueve a dejar de lado nuestros propios afectos o intereses
en servicio de la patria, para el bien de la comunidad en general, para el bien
del otro.
Es fácilmente entendible entonces que los tres factores de
desnaturalización del estado tienen su semilla o su fundamento en una conducta éticamente
negativa: en el materialismo, en la mentira, la deslealtad, la intolerancia, el
egoísmo, en la carencia de patriotismo, etc.
El radicalismo cree que el fin no justifica los medios, y que los altos
fines sólo se alcanzan cuando los medios son adecuados a su altura. Colocándose
así los medios en el plano del deber constante e inmediato, y surge la
filosofía realmente creadora de conducta, que es unidad e interacción entre el
esfuerzo moral-personal y el político o social que lo incluye. Esta filosofía
radical de la conducta es la única que podrá reintegrar al hombre-espíritu y
salvar a la humanidad del posible desastre de los siglos.
Krause, filósofo de gran influencia sobre la doctrina radical, sostenía que
la ley moral lleva implícita la libertad y el orden, siendo su máxima de
conducta más difundida: "Haz el bien por el bien mismo".
Plenitud, es una totalidad, integridad. Observaremos entonces como esta
filosofía es el camino para alcanzar la plenitud del hombre, quien vive en
sociedad para alcanzarla, configurándola al nivel de un bien común, principio y
fin de la existencia de la política.
La pérdida del camino ético de la política, no es más que el reflejo de una
sociedad que también lo ha perdido. Al fin y al cabo, los hombres de la
política, forman parte de la sociedad a la cual representan y dirigen.
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