martes, 25 de agosto de 2015

CASA ABIERTA SEGUNDO PARCIAL 20/21 DE AGOSTO






ÉTICA PROFESIONAL 


Temas:
La ética en las profesiones


 La ética profesional como competencia universitaria básica

                              



Johanna Padilla

Curso:
Segundo Semestre

Profesora:
MSC. Elisa Muñoz

2015



ÉTICA DE LAS PROFESIONES
LOS OBSTÁCULOS  ESTRUCTURALES A LA RESPONSABILIDAD PROFESIONAL

1.    .- ÉTICA Y PROFESIONES
            Siguiendo las reflexiones  de Augusto Hortal en su libro  “Ética General de las profesiones”,  podemos afirmar que hablar hoy de profesiones y de ética  profesional es problemático. No termina  de ser persona ética aquella que en todo es intachable menos a la hora de desempeñar sus responsabilidades profesionales.
            La mayoría de profesionales suelen ser trabajadores por cuenta ajena que desempeñan sus tareas en empresas, instituciones y organismos en los que se les asigna lo que tienen que hacer.
            En la medida  que exista un cierto margen  para la responsabilidad del profesional es necesario reflexionar sobre ella. Los complejos problemas  que tiene planteados nuestra sociedad difícilmente podrán encontrar solución sin la aportación profesionalizada  de médicos, ingenieros, arquitectos, sicólogos, profesores, enfermeras…
            Hoy la profesionalidad suele justificarse más  por lo que tiene de especialización cognoscitiva (competencias) que por lo que tiene de compromiso ético. Pero la competencia profesional no basta. La ética a la vez que supone  unas garantías  en la prestación de los servicios profesionales contribuye a  la consolidación de una profesión.
            Una ética de las profesiones que pretenda estar a la altura  de la conciencia  moral alcanzada por nuestra época ha de ser un discurso coherente y capaz de orientar  la acción  interesadas en ser buenos profesionales, técnicamente capaces y moralmente íntegros en el desempeño de su labor profesional.
            Ser un profesional  competente y responsable  no consiste  exclusivamente en ser un  individuo racional y libre, que posee habilidades, sino que posee también modos de hacer, sentido de pertenencia  a un colectivo profesional, y compromiso social en el desempeño de su profesión.
            La ética de cualquier profesión ha de partir del reconocimiento y apego a los valores de convivencia que componen la ética cívica compartida: valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto, diálogo…
            En la ponencia  de Emilio Martinez Navarro ”Ética de la profesión: proyecto personal  y compromiso de ciudadanía”, la pregunta ética radical la platea en los siguientes términos: ¿Qué estoy haciendo con mi vida?  Y la respuesta tiene que ver con cuestiones  que afectan a la propia vida  como es la dedicación profesional. Pero  esa parte de la vida está conectada con la vida social, puesto que la profesión es una institución social  que pretender ofrecer un servicio a la comunidad. En este sentido, pensar las profesiones a estas alturas  nos conduce  a plantear la relación entre profesión y ciudadanía.
            Hortal  distingue entre ética profesional y deontología profesional. La ética profesional  se plantea la profesión en términos  de conciencia y de bienes: qué es ser un buen profesional, en qué consiste hacer bien el ejercicio profesional. La deontología son los deberes  y normas  definidos por el colectivo o colegio profesional.

            II.- DEFINICIÓN  DE PROFESIÓN

            Es difícil fijar los perfiles  y límites entre lo que es y no es una profesión mediante la enumeración  de varias características necesarias.

            Si se atendiese  sólo  a las voces de los profesionales, a lo que ellos dicen de sí mismos, la esencia de su profesión consiste en el servicio desinteresado a la humanidad. Un profesional  es una persona  consagrada  a su profesión  y a quienes necesitan sus servicios.

            Hortal  apunta las siguientes características: Profesiones son aquellas actividades ocupacionales:

a)      en las que de forma institucionalizada se presta un servicio específico a la sociedad,

b)      por parte  de un conjunto de personas (los profesionales) que se dedican a ellas de manera estable, obteniendo de ellas su medio de vida,

c)      formando con los otros profesionales (colegas) un colectivo que obtiene o trata de obtener  el control monopolístico  sobre el ejercicio de la profesión,

d)     y acceden a ella tras un largo proceso  de capacitación teórica y práctica, de la cual depende la acreditación o licencia para ejercer dicha profesión.

III.- OBSTÁCULOS ESTRUCTURALES  DE LA RESPONSABILIDAD PROFESIONAL
            En la sociedad actual  el trabajo además de una permanente fuente de frustraciones y amenazas, de alienación y explotación, es elemento estructurante  de la identidad personal (somos lo que hacemos), de la ciudadanía responsable y de la identidad del laico cristiano.
            Las pretensiones  de tener una responsabilidad autónoma por parte de los profesionales no se corresponde con la  situación cada vez más mediatizada en que se lleva a cabo el trabajo profesional en las condiciones y contextos actuales.

            Cada profesión  tiene sus propios contextos y cada ética profesional habrá de tomarlos en consideración. En términos generales  todas o casi todas las profesiones se ven expuestas a tres mediatizaciones fundamentales:

-          la mediatización técnica

-          la mediatización económica.

-          La mediatización  organizativa o institucional.

La creciente complejidad y tecnificación del trabajo hace de los profesionales más bien servidores  de una maquinaria que sujetos que actúan autónomamente. Hoy los profesionales trabajan en empresas, organismos, instituciones  que les asignan su cometido en el reparto funcional de tareas y competencias; no tienen otra cosa que hacer que lo que les toca hacer; haciéndolo cumplen con su deber.

            Además de ser asalariados hay otros condicionantes  económicos que se plantean a su trabajo profesional. Si trabajan en un servicio público tienen que atenerse  a las limitaciones presupuestarias y a los recursos asignados; si trabajan en empresas, su trabajo está sometido  al imperativo de la viabilidad y rentabilidad económica.

¿Queda margen para la responsabilidad profesional?
            A.-  LA MEDIATIZACIÓN TECNOLÓGICA DE LAS PROFESIONES
            La técnica configura casi todos los aspectos  de la vida actual. Ningún ejercicio profesional está a la altura de las posibilidades y exigencias que hoy se plantean sin el uso de los medios técnicos.
            La técnica potencia las actividades profesionales. En principio las innovaciones tecnológicas se introducen para proporcionar mayor eficacia y precisión en la obtención de resultados, ahorrando esfuerzos.
La tecnificación, al ampliar las capacidades profesionales, trae consigo una primera y básica consecuencia ética para los profesionales: ser competentes técnicamente  es una condición necesaria, aunque no suficiente, para ser moralmente responsables en el ejercicio profesional.
            Un buen profesional tiene que estar al día  en la forma de plantear los problemas de su profesión y en las soluciones que aporta, lo que  hace necesario capacitarse continuamente en la utilización de las técnicas que se van renovando. El profesional tiene que ser un buen técnico para ser un buen profesional.

            Pero lo que empieza siendo una innovación al servicio de la mejor obtención  de los mismos fines, acaba pervirtiendo este orden, y terminan siendo los medios los que determinan los fines.
            La difusión de la  mentalidad técnica tiende a inhibir las capacidades de respuesta y responsabilización éticas de los sujetos éticos. En el ámbito tecnificado la responsabilidad se diluye, se llega a echar la culpa a la máquina o al “sistema” del mal funcionamiento de las instituciones y personas.
            El ejercicio profesional al tecnificarse , hace que se diluyan  los aspectos éticos de la profesión. El  profesional pasa a ser un técnico  instrumentalizado por el proceso. La única virtud que se le exige es la habilidad, poseer las capacidades técnicas necesarias para obtener los resultados  que otros desean. La tecnificación hace aumentar la alienación y hace crecer las dificultades para que el hombre encuentre una identidad coherente y con sentido. La mayoría de los que intervienen en procesos tecnificados complejos  no se siente responsable de lo que en ellos se hace.
            La tecnificación convierte al profesional  en una pieza de un proceso en el que cada cual desempeña su función de forma más o menos mecánica. En la vida profesional tecnificada los roles y funciones están previamente definidos; esto hace que el profesional sea una pieza sustituible. Plantear cuestiones éticas resulta disfuncional para el sistema, por eso el que  plantea los temas éticos tiende a ser sustituido por otro que se limite a cumplir con “su” cometido.
            Esto hace que impere el conformismo. La mayoría vive con cierto fatalismo el acontecer social. Esto no se debe sólo a la técnica, pero la  tecnificación contribuye a ello. El ejercicio profesional, una vez superados  los primeros idealismos, se vive con cierto sentido fatalista de sometimiento al “sistema”
            La técnica entra en la escena de las profesiones para potenciarlas y facilitar su ejercicio, pero con frecuencia termina suponiendo una amenaza para la ética profesional. A veces  se piensa y se reacciona pensando que la solución está en huir de la técnica, o en reducir la tecnificación al mínimo. Se corre el peligro de caer en una ética estoica y en un maniqueísmo social: todo lo interpersonal es bueno, todo lo tecnificado es malo.
            Frente a esta tendencia hay  que intentar conciliar ética  y técnica: y para ello hay que empezar por precaverse frene a la tentación tecnocrática, lo que nos lleva  a creer  que para todo problema humano hay una solución técnica.
            El enfoque tecnocrático no consiste sólo en decir abiertamente que sean los técnicos  los protagonistas de los procesos sociales, sino también en reducir los problemas éticos a problemas técnicos. No hay que esperar que los problemas que crea la tecnología se resuelvan con sólo medios tecnológicos.
            No hay que esperar soluciones exclusivamente técnicas de los problemas éticos.
            En resumen, la tecnificación tiende a instrumentalizar al individuo, porque:

1)      invierte la jerarquía entre medios y fines: sólo se plantean aquellos temas para los que hay técnicas disponibles.

2)      Si algo es posible termina por hacerse necesario

3)      Induce a la tecnificación de las relaciones sociales: marketing, relaciones públicas, técnicas de persuasión..

4)      Diluye la responsabilidad: “problemas técnicos”

5)      Aumenta la pasividad y el conformismo: consumimos no sólo objetos, sino también puestos de trabajo, modos de proceder, modas, opiniones, diversiones.

6)      Aumenta la distancia jerárquica entre expertos y legos.

7)      Relega al silencio los temas éticos.


B.- LÍMITES  Y CONDICIONAMIENTOS ECONÓMICOS DEL TRABAJO PROFESIONAL

            Hoy los profesionales ejercen su profesión como asalariados, contratados por alguna empresa o como funcionarios de algún organismo público.

            La mediatización económica  del trabajo profesional  tiene una doble vertiente: la primera afecta  al mismo profesional que tiene en el trabajo su medio de vida, la segunda vertiente afecta a la misma actividad profesional.

            El profesional al ser un  trabajador por cuenta ajena, no es dueño de marcar sus finalidades; las tareas le vienen asignadas;  por ellas le pagan; y ése es su medio de vida. Por tanto está mediatizado por las necesidades vitales propias y de su familia, y esto supone una fuerte mediatización.

            Por otra parte el profesional tiene que aprender a trabajar con recursos limitados y dentro de unos márgenes que garanticen la viabilidad económica. La viabilidad económica se convierte en obsesión dominante en forma  de la maximización de la rentabilidad o del beneficio.

            Es normal que el profesional que trabaja por cuenta ajena necesita de la empresa en la que tiene su trabajo y ayuda  a que la empresa sea viable  y rentable económicamente. Pero aún siendo esto así,  el profesional debe actuar de modo que no se descuiden facetas menos rentables, pero exigibles en términos de responsabilidad social.

            De los profesionales se espera, según Parsons,  que en el ejercicio de su profesión no sean guiados por el ánimo de lucro, sino por cierto altruismo, por una orientación al servicio de la colectividad.

            La realidad  no parece ir por esos caminos. Hay una mercantilización de la  sociedad y una mercantilización de las profesiones. Pero lo que es, no es nunca  el último criterio de lo que debe ser.

            En la evolución más reciente  del sistema económico hay elementos y planteamientos que constituyen  un obstáculo  para la responsabilidad profesional e incluso para la mima  consolidación  de la identidad profesional: “el capitalismo flexible”

            Richard Sennent llama “capitalismo flexible” a la etapa más reciente del capitalismo en la que productividad viene asociada a una incesante movilidad laboral exigida por la introducción de las nuevas tecnologías y adaptación  a las condiciones de competitividad internacional. Ello  conlleva la inestabilidad y precariedad en el empleo y contribuye a lo que  Richard Sennent ha llamado “corrosión del carácter”. La falta de estabilidad laboral representa una amenaza para el profesionalismo, pues obliga a trabajar en lo que sea y como sea

M. Castells  afirma que en la sociedad de la información o sociedad red la  división de las clases sociales pasa por la diferencia fundamental entre trabajadores insustituibles y trabajadores inespecíficos. Todo profesional que quiera y pueda hacer valer su profesionalidad irá haciendo valer su compromiso personal con los valores intrínsecos de su profesión.

Algunos sociólogos llevan años viendo indicios de que el sueldo y los niveles de consumo y status no lo son todo. Empiezan a hablar de la prevalencia  de “valores  postmaterialistas”: clima organizativo, mayor estabilidad en el empleo, participación  e identificación con la empresa a cambio de una estabilidad que es positiva tanto para la empresa (fidelización) como para el profesional, la corresponsabilización, la participación en riesgos y beneficios, la capacidad de innovación.


2.    LA ÉTICA PROFESIONAL COMO COMPETENCIA UNIVERSITARIA BÁSICA

           Teniendo en cuenta el fenómeno de la masificación de la educación superior y los grandes debates en torno a la calidad, la  universidad actual se enfrenta a una gran contradicción: pensar en la calidad para pequeños grupos de personas con el privilegio de acceder a estudios superiores, o pensar en  las grandes mayorías.  Por otra parte,  existe una tendencia a la reducción del financiamiento en muchos de los países, en franca contradicción con los incrementos del acceso, lo que provoca que al buscar fuentes alternativas de financiamiento se vaya transformando  la universidad en una empresa basada en vínculos básicamente económicos con el sector productivo

A su vez la propia sociedad, cada vez más, exige a la universidad certificar los niveles de calidad en el desarrollo de sus procesos sustantivos. Se consolida el criterio  de la universidad como institución social que debe alcanzar la  formación de   profesionales con cualidades de alto significado humano y a la vez creativos, independientes, preparados para asumir su autoeducación durante toda la vida.

La idea de la misión de la universidad actual es muy compleja,   sin embargo, está dentro del núcleo esencial de su misión, preservar, desarrollar y promover, a través de sus procesos sustantivos y en estrecho vínculo con la sociedad, la cultura de la humanidad, teniendo en cuenta el concepto amplio de cultura, pues  es esta  institución social la que tiene de manera más integral las condiciones para hacerlo.

En  este sentido  es necesario tener en cuenta los  cambios significativos en el quehacer académico, que introducen la computación y las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC),  tanto en el papel desempeñado por estudiantes y profesores como el de  toda la comunidad universitaria.

Estas nuevas exigencias de alta complejidad intelectual, social y organizativa,    necesarias para un entorno laboral que requiere adaptaciones y cambios constantes   entran en contradicción con las formaciones altamente especializadas, estrechas  y de ciclo largo, por lo que  aumenta la importancia de  dotar al individuo de la posibilidad de aprender de forma autónoma. 

Los itinerarios ocupacionales y educativos  cada vez más cambiantes y variados, lo   provocan el cuestionamiento de criterios curriculares basados en perfiles o desempeños ocupacionales específicos. Plantean, además, la necesidad de nuevos criterios que conduzcan a revalorar el papel y la importancia curricular de la formación de competencias generales aún en los programas de estudio más especializados.

Teniendo en cuenta los elementos planteados el trabajo que se presenta tiene como objetivo: fundamentar la importancia de la determinación de las competencias en los currículos universitarios para la formación de los profesionales que requiere el mundo de hoy.

El tema de las competencias es reciente y todavía no totalmente extendido  en el plano pedagógico. Las competencias aparecen primeramente relacionadas con los procesos productivos en las empresas, particularmente en el campo tecnológico, y nacen las denominadas competencias laborales, concepto que presenta varias definiciones, entre las que sobresale aquella que las describe como la "capacidad efectiva para llevar a cabo exitosamente una actividad laboral plenamente identificada". (Iberfop-oei, 1998).  

Desde la perspectiva de las competencias laborales se reconoce que las cualidades de las personas para desempeñarse productivamente en una situación de trabajo, no sólo dependen de las situaciones de aprendizaje escolar formal, sino también del aprendizaje derivado de la experiencia en situaciones concretas de trabajo. Las normas de competencia se conciben como una expectativa de desempeño en el lugar de trabajo, referente con el cual es posible comparar un comportamiento esperado. Son patrones que permiten comprobar si un trabajador es competente o no.

La competencia profesional puede verse como:

 El resultado de un proceso de educación de la personalidad para el desempeño profesional eficiente y responsable que no culmina con el egreso del estudiante de un centro de formación profesional sino que lo acompaña durante el proceso de su desarrollo profesional en el ejercicio de la profesión.  (González M.  Viviana 2002)  
Dentro de esta concepción pedagógica es de vital importancia comprender que los motivos, intereses necesidades y actitudes del individuo constituyen componentes importantes como motores impulsores de la construcción y desarrollo de las competencias.

En la estructura de la competencia profesional participan, por tanto, formaciones psicológicas cognitivas (hábitos y habilidades), motivacionales (interés profesional, valores, ideales y la autovaloración), afectivas (emociones y sentimientos) que en su funcionamiento se integran en la regulación de la actuación profesional del sujeto. Esto explica que la competencia profesional se manifieste en la calidad de la actuación profesional de forma integral para  la búsqueda de soluciones a los problemas profesionales, vinculada estrechamente al desempeño profesional.

El profesional competente y el desempeño profesional.

Un profesional es competente no sólo porque manifieste conductas en el plano cognitivo (conocimientos y habilidades) que le permiten resolver adecuadamente los problemas profesionales sino también porque siente y reflexiona acerca de la necesidad y el compromiso de actuar en correspondencia con sus conocimientos, habilidades motivos y valores, manifiesta una motivación profesional sustentada en intereses y valores profesionales y dispone de recursos personológicos que le permiten funcionar con flexibilidad, reflexión personalizada, iniciativa, perseverancia, autonomía, perspectiva futura en su actuación profesional de manera tal que posibilitan un desempeño profesional eficiente y responsable.

Para que un profesional se considere competente, desde nuestra concepción, no basta con lograr un desempeño eficiente sino que es necesario además que actúe con compromiso y responda por las consecuencias de las decisiones tomadas    

Se entiende por desempeño:

 La expresión concreta de los recursos que pone en juego el individuo cuando lleva a cabo una actividad, y que pone el énfasis en el uso o manejo que el sujeto debe hacer de lo que sabe, no del conocimiento aislado.  (Malpica  M del C Carmen 1996)
Desde esta perspectiva, lo importante no es la posesión de determinados conocimientos, sino el uso que se haga de ellos, que se tenga motivación para hacerlo y compromiso para alcanzar un resultado.

El desarrollo de las competencias requiere ser comprobado en la práctica mediante el cumplimiento de criterios de desempeño claramente establecidos que son los resultados esperados (evidencias), ambos elementos (criterios y evidencias) son la base para evaluar y determinar si se alcanzó la competencia. Por lo mismo, los criterios de evaluación están estrechamente relacionados con las características de las competencias establecidas. Ser competente implica el dominio de la totalidad de elementos y no sólo de alguna(s) de las partes.

Un rasgo esencial de las competencias es la relación entre teoría y práctica. La práctica  es más significativa  si los conocimientos teóricos se aplican en función de las condiciones concretas del trabajo y si se pueden identificar como situaciones originales. Este criterio obliga a las instituciones educativas a analizar el proceso de formación desde `perspectivas más dinámicas, e incluso entender como parte del currículo el proceso de seguimiento de impacto de estos graduados en  su entorno de actuación.



BIBLIOGAFÍA CONSULTADA:


- Hortal, A. (2002),”Ética general de las profesiones” capítulo 1 (p.23.32), capítulo 3

  (p.55-86). Desclée dB. Bilbao

- Hortal, A. (2007), “La profesión, lugar cotidiano del compromiso cristiano” Ponencia

   dictada en la VII Asamblea de Profesionales Cristianos. Loeches (Madrid), junio de

  2007.

- Martinez Navarro, E. (2006), “Ética  de la profesión: proyecto personal y compromiso

  de ciudadanía” en Revista VERITAS (Valparaíso, Chile) nº 14 p.121-139.

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lunes, 17 de agosto de 2015


Tema:
Factores que causan la desnaturalización del estado

Ética y Política

El hombre es un ser libre, con capacidad de autodeterminación, es decir, capaz de obrar luego de una libre elección. Esta elección se lleva a cabo como resultado de un conocimiento que define el carácter de una conducta, ya que está vinculado con una conciencia moral que aprueba o desaprueba un determinado acto.
Tanto la moral, como el derecho y los usos sociales, forman parte de un todo mayor: la ética. Hablar de ética es hablar del bien y del mal. La ética no es una abstracción, es el otro. Cada acto está obrando directa o indirectamente sobre una vida: "Nunca se roba algo, se le roba a alguien".
La moral hace referencia a aquellas pautas interiorizadas por el individuo quien se las autoimpone no como obligación sino como necesidad, por el simple hecho de provenir o formar parte de "lo bueno".
El derecho es el conjunto de normas emanadas por un órgano competente.
Las mismas constituyen una prescripción, o sea la imposición de la voluntad de la autoridad normativa sobre la voluntad del sujeto o destinatario.
Los usos sociales recogen comportamientos deseables y aprobados por una comunidad, es decir costumbres sociales. Son normas consuetudinarias.
El hombre, por naturaleza tiene la capacidad de perfeccionarse y de superarse día a día, por lo que tiende a alcanzar la plenitud. Para llegar a tan preciada meta como lo es la plenitud, es necesario vivir en sociedad; el ser humano necesita de los demás para construir un mundo o ambiente propicio en el cual alcanzar la plenitud, causa esencial de la felicidad.
Es por ello que el hombre necesita de la sociedad política, pues nada es pleno si no se comparte, confronta y comunica a los demás, ya que el bien es expansivo, comunicativo: "De nada sirve la sabiduría si no se la comunica mediante la educación".
El hombre se reúne en sociedad para el logro de un bien común a todos.
El bien común no es el bien individual, no es la suma de la porción de felicidad de cada individuo integrante de una comunidad, pero tampoco es un bien que nada deba a las partes. Es la integración sociológica de todo lo que hay de virtud y riqueza en las vidas individuales, y que tiende a perfeccionar la vida y la libertad de persona de cada ser. No es utilidad solamente, sino fin bueno es sí mismo, sujeto a la justicia y a la bondad. Es el fin último de la vida social.
La política es la ciencia social y práctica cuyo objeto es la búsqueda del bien común de los integrantes de una comunidad.
El bien común no es sólo la tarea del poder político sino también razón de ser de la autoridad política.
Por lo tanto, es el bien común el principio y fin ético de la política. Será bueno todo aquello que beneficie, tienda, acreciente o promueva el bien común. Será malo todo aquello que tienda a perjudicarlo, disuadirlo, disminuirlo, etc.
Es deber de todo estado democrático promover el bien general.
El bienestar general se logra por medio de una auténtica justicia social cuya finalidad es obtener una más justa distribución de la riqueza entre todos los grupos sociales. Hace falta la presencia de un estado capaz de generar este equilibrio. Un estado que no elimine la responsabilidad de las personas, de las comunidades y de las organizaciones intermedias. Un estado que no convierta en dependientes a los ciudadanos y en pupilas a las comunidades y organizaciones intermedias. Un estado que no les quite sus obligaciones. Esa orientación de la intervención estatal ha sido nefasta para la sociedad civil, la ha hecho débil. Pero tampoco sirve un estado ausente, que deje la suerte de sus habitantes al juego de la oferta y demanda. Ni un estado indiferente a los problemas sociales. El estado debe intervenir para asegurar el mínimo de bienestar para todos. Sin demagogias.
En resumen, la naturaleza de un estado o de la sociedad política, es la búsqueda del bien común. El estado se desnaturaliza, es decir pierde su esencia, cuando se corrompe. Corromper, entre otras acepciones posibles, es alterar la forma de alguna cosa; así el estado corrupto ya no tiende al bien común sino que se desvirtúa transformándose al provecho de unos pocos.
Según Aristóteles, definiendo las formas de gobierno, hay monarquía, aristocracia o democracia cuando el rey, una minoría o una mayoría gobiernan para el conjunto. Estas serían las formas naturales. En cambio hay tiranía, oligarquía o demagogia cuando un tirano, una minoría o una mayoría gobiernan para sí mismos. Estas serían las formas desnaturalizadas.
Los factores que conducen a la desnaturalización del estado, a su proceder éticamente negativo, inmoral, ilegítimo e ilegal son principalmente:

a-) El economicismo.
Este tipo de corrupción se da siempre que el dinero ocupa un lugar preferencial en la escala de valores de una sociedad. Y lo cierto es que así parecen estar hoy las cosas en la mayoría de los países. Lo común es que un funcionario viole sus deberes de lealtad al pueblo por alguna condición económica, es decir, porque hay dinero de por medio.
Max Weber distinguió entre los políticos que viven para la política y los que viven de la política. En el último caso, la ambición política deja de valer por sí misma y se rebaja al nivel de un valor instrumental al servicio del enriquecimiento.
A fines del siglo XIX, Leandro Alem sostenía: "... el interés material será para un pueblo de mercaderes, no para el nuestro...", "...no conviene materializar las sociedades, aflojando los resortes morales de su espíritu...", "... Se nos quiere halagar con las promesas de engrandecimiento material. Yo prefiero, porque lo considero más digno de una sociedad como de un individuo, vivir con menos lujo y con menos pompa, siempre que me dirija yo mismo. Prefiero una vida modesta, autónoma, a una vida esplendorosa sometida a tutelaje...".
b-) La tentación del poder absoluto.
Todo poder tiende a corromper; el poder absoluto corrompe absolutamente. Alguien que carece de una sensibilidad moral excepcional, y que no es sino una persona ordinaria, común y corriente, puede sucumbir frente a la tentación extraordinaria que surge de las inmensas posibilidades del poder, a menos que se la limite y se la controle. Expresaría Elpidio González: "... El radicalismo es una fuerza principista. Para la Unión Cívica Radical los gobiernos son medios de servir al país y no fines...".
c-) La pérdida de un orden político.
Bajo cualquier sistema político existe un orden político natural al cual la acción política debe sujetarse en aras de la estabilidad y el bienestar de la nación.
El orden político es la única posibilidad de trabajar por el bien común. Su contraparte, el desorden político, implica el desquicio general de las funciones sociales, de modo que nadie trabaja en lo que le compete. Diría Dante: "Siempre la confusión de la persona es principio del mal de la ciudad".

Podemos, lógicamente, reducir los tres factores de desnaturalización del estado, anteriormente mencionados, a un solo eje fundamental: la conducta. Según el diccionario de la lengua española, conducta, entre otras acepciones, es la manera con que los hombres gobiernan su vida y rigen sus acciones. Como ya sabemos, el hombre es un ser libre, capaz de autodeterminarse y que actúa según una elección. También dijimos que la ética esta compuesta por la moral, el derecho y los convencionalismos sociales.
Por lo tanto una conducta será éticamente positiva siempre que el hombre encamine su vida conforme a las costumbres sociales y normas jurídicas vigentes, y cuyos principios morales, que por naturaleza indican qué es lo bueno, no queden sólo en el campo de la abstracción o el conocimiento, sino que los concrete mediante su observancia.
En resumen, será una conducta acorde a la ética aquella conducta virtuosa. La virtud es la disposición constante del alma a conducirse de acuerdo al bien y a evitar rigurosamente el mal. Las virtudes que hacen ética a una conducta, y que son además indispensables en un estado democrático, son las siguientes:
·         Austeridad: consiste en llevar una vida modesta y de probada honradez.
·         Veracidad: virtud que nos conduce siempre a manifestar lo que creemos o pensamos.
·         Lealtad: nos obliga a ser fieles y rigurosos en el cumplimiento de los compromisos y obligaciones, en la correspondencia de afectos, etc.
·         Tolerancia: respeto y consideración de las opiniones ajenas. No es aprobar el error, sino simplemente, la capacidad de convivir con lo diferente.
·         Espíritu de Trabajo: Inclinación a realizar con entusiasmo y eficacia los labores que se emprenden.
·         Perseverancia: firmeza en los propósitos o en la prosecución de algo que se ha comenzado.
·         Caridad o Fraternidad: consiste en considerar a nuestros semejantes como hermanos. Es el amor al otro que se manifiesta mediante acciones de beneficencia y benevolencia.
·         Patriotismo: vínculo espiritual que nos une a la patria incondicionalmente. Se manifiesta sirviendo con amor y abnegación, alentando los ideales de la nación, reverenciando sus glorias, amando su tradición y respetando sus símbolos.
·         Abnegación: es un sentimiento que nos mueve a dejar de lado nuestros propios afectos o intereses en servicio de la patria, para el bien de la comunidad en general, para el bien del otro.
Es fácilmente entendible entonces que los tres factores de desnaturalización del estado tienen su semilla o su fundamento en una conducta éticamente negativa: en el materialismo, en la mentira, la deslealtad, la intolerancia, el egoísmo, en la carencia de patriotismo, etc.
El radicalismo cree que el fin no justifica los medios, y que los altos fines sólo se alcanzan cuando los medios son adecuados a su altura. Colocándose así los medios en el plano del deber constante e inmediato, y surge la filosofía realmente creadora de conducta, que es unidad e interacción entre el esfuerzo moral-personal y el político o social que lo incluye. Esta filosofía radical de la conducta es la única que podrá reintegrar al hombre-espíritu y salvar a la humanidad del posible desastre de los siglos.
Krause, filósofo de gran influencia sobre la doctrina radical, sostenía que la ley moral lleva implícita la libertad y el orden, siendo su máxima de conducta más difundida: "Haz el bien por el bien mismo".
Plenitud, es una totalidad, integridad. Observaremos entonces como esta filosofía es el camino para alcanzar la plenitud del hombre, quien vive en sociedad para alcanzarla, configurándola al nivel de un bien común, principio y fin de la existencia de la política.
La pérdida del camino ético de la política, no es más que el reflejo de una sociedad que también lo ha perdido. Al fin y al cabo, los hombres de la política, forman parte de la sociedad a la cual representan y dirigen.